-33-
Se sabe
que esos centros de fuerzas en el hombre, no sólo concuerdan con los
planetas (puesto que el organismo es sobre todo un compuesto de sales
minerales, un extracto -en cierto modo- del sistema planetario) sino
también con los elementos de la física. Así Saturno, que rige el primer
chakra inferior, está todavía en relación con la "tierra", elemento
sólido que se debe entender en el sentido de una "tierra elementaria";
el segundo chakra está relacionado con Júpiter y el elemento agua; en el
tercer grado tenemos a Manipura Chakra, el cual está bajo la influencia
de Marte y del elemento Fuego (el principio ígneo en la idea filosófica,
en lo que se refiere como siempre a los elementos esotéricos); el cuarto
grado está al nivel del corazón y Venus, naturalmente, es su emblema:
este grado será el elemento Aire en acción particular. Más allá de esos
cuatro elementos físicos (tierra, agua, fuego y aire) que indican el
gran principio simbólico inicial del cuaternario, se añaden los
elementos extra-físicos: el "AEther" con Mercurio para el Viccudha
Chakra (emanación de la Tiroides); el "Sutil" con el penúltimo Chakra (Agna),
es la vibración de la pituitaria donde deben concentrarse los rayos de
Vulcano; se concede generalmente a la Luna este dominio del "plano
mental" a fin de conservar el equilibrio simbólico del luminario
nocturno, cerca del astro del día, el Sol, el cual representa la
Conciencia Universal en ese último estado chákrico, que es la residencia
de la pineal.
He aquí,
pues, de esta manera, sobre el CUBO, compuesto de los cuatro elementos
naturales y que simboliza la Materia: la PIRAMIDE con los 3 elementos
extra-naturales que simbolizan el ESPÍRITU. Ese CUADRADO y ese
TRIANGULO, presentan entonces un largo estudio que se debe acabar; es la
escuadra y el compás de las sociedades secretas, cuya ascensión a través
de los 33 grados francmasónicos presentará cada vez nuevas
significaciones.
Los
elementos, pues, se presentan así: Tierra - Agua - Fuego - Aire - AEther
- Sutil (o Mental) y Absoluto (o Conciencia Universal).
Hemos
visto ya muchas veces que esos elementos se deben transponer, según la
investigación, en los diversos estados. Así la "tierra" constituye el
armazón del organismo como para las estrellas, o es
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un
pántaclo de Magia, o un fetiche de negros, o un amuleto de cristianos;
es el elemento sólido, la base, el origen, etc.... Será así con cada uno
de los 7 elementos, los cuales deberán ser comprendidos como principios
más elevados que en el sentido común que generalmente es concedido. Sólo
entonces, se comprenderá todo el alcance de los textos iniciáticos y
será más fácil seguir la evolución del adepto que se eleva
simbólicamente a través de esos "elementos".
-35-
La
afinidad del Alma del Mundo con los retiros en las cuevas, las montañas,
los sitios donde las fuerzas puras de la naturaleza Virgen no sufrieron
ninguna perturbación, era conocida universalmente por los Antiguos.
Guillot de Givry hace notar que ello explica la frecuencia de los
episodios milagrosos en el seno de esos sitios privilegiados; esa es la
razón por la cual el alquimista Maxwell decía que se perdía el tiempo en
buscar ese Fluido Universal de Vida en un sitio diferente de las altas
montañas.
Es con
este fin que, según Filón el Judeo (De vita contemplat), los Esenios
habían elegido como residencia la cumbre del Monte Moriha para asegurar
más perfectamente una comunicación con las comarcas superiores.
Es por
esta razón también que los actos principales de la vida de Jesús-Cristo
(transfiguración, crucifixión, ascensión) se cumplieron en la cumbre de
un monte: Tabor, Gólgota o Monte de lo Olivos, a fin de encontrarse
siempre en el seno del Fluido Universal, el seno también de María.
Es en la
cumbre del monte Sinaí que Moisés recibió la Ley, la Torah.
Es en el
Himalaya que se refugiaban los Prudentes más grandes. Fueron siempre las
montañas las que recibieron a los pueblos que deseaban conservar su
independencia. Los monasterios más reputados siempre están situados en
las alturas.
David
exclama en el
Salmo LXXXVII (versículo primero), esotéricamente al comienzo y
claramente después: "Fundamenta ejus in montibus sanctis!" Y los pueblos
del Norte llaman al principio femenino: Holda, la Madre de la Vida
Escondida, que anda en la cumbre de las montañas!...
Calímaco
en su himno "Eis ten Artemin" nos presenta a Artemisa, la Diana de los
Romanos (que era la traducción étnica del principio virgen) dirigiéndose
al Padre de los Dioses y diciendo: "Dame todas las montañas, viviré en
las montañas". Después añade que será la gran opitulatricia que aliviará
todos los dolores de las que la invocaran en el parto. Eso establece así
una comunicación evidente entre el fluido que reside en las altas
montañas y la fase inicial del fenómeno vital, e indica, por
consiguiente, que toda generación se cumple por medio de la Gran
Generadora, la Virgen.
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Las
Meneas griegas, citadas tan a menudo por Dom Gueranguer, hablaron
espléndidamente, según el sentido esotérico, cuando llamaban "María" a
la montaña de Dios, en la cual antes de todos los siglos el verbo de
Dios se complacía en habitar (MONS DEI, in quoante omnia soecula
complacuit habitare Verbo Divino).
Fue en la
cadena del Himalaya que, durante el largo y último período, se conservó
el Misterio de la Gran Prudencia, y el Tíbet fue llamado "el techo del
mundo", no sólo a causa de su situación geográfica, sino porque fue
también el grado supremo en el cual se apoyaba la Verdadera Sapiencia.
Esas
comarcas magnético-espirituales han sido estudiadas ya en nuestros
capítulos precedentes y conocemos también las razones de la
transformación de esos centros electro-telúricos, que hacen cambiar una
cumbre de la sabiduría por otra y eso se verifica en lo que se refiere
al Himalaya: su fuerza se dirige hacia los Andes y es en América del
Sur, una vez más, donde los Prudentes van a agruparse. Igualmente en lo
que se refiere a los santuarios que se eliminan poco a poco de un Asia
que se vulgariza cada día. En cambio, los Sitios Sagrados se organizan
cada día más en una América que se espiritualiza. Es en los Andes, en la
doble cordillera, donde se conservó durante miles de años la tradición
de la Ciencia Antigua que era de inspiración puramente divina. Los
Mayas, los Quichés, los Aztecas, los Incas dejaron en esa doble espina
dorsal del planeta una huella indeleble de sus conocimientos. Es allí
donde se conserva y se transmite fielmente la pura y sublime llama de la
devoción, y es de allí que va a florecer la magnífica civilización de la
Edad Nueva. De esas alturas van a fluir las Aguas de la Prudencia Eterna
para lavar y regenerar las razas decrépitas que se estancan en los
pantanos pestilenciales de las honduras.
He aquí,
ese primer elemento nuevamente buscado por los discípulos de la Luz
Verdadera; es la "Tierra", lo sólido, lo material tan apropiadamente
simbolizado por los Montes a donde van a refugiarse los Adeptos de la
Verdad. Es también el Desierto, el cual está mencionado en la vida de
numerosos Iniciados como Moisés, Mohamet, o aun María Egipcíaca, que
permaneció 47 años en el desierto de Jordán en una soledad absoluta. San
Macario y San Pacomo también se retiraron individualmente en el
aislamiento del desierto.
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El
segundo grado de la Iniciación será el del Agua. Esa prueba era bien
conocida entre los Antiguos y ciertamente el bautismo de los Cristianos
es uno de sus restos. Los manantiales, las riberas, el mar, desempeñaron
su papel en la materialización simbólica de esa evolución espiritual.
El
Océano, los Mares, son María "Maris-Stella", el Astro de los Mares.
El
Espíritu del Muy Alto descendió sobre María y la cubrió con su sombra.
En el Génesis ese mismo Espíritu, Ruah Elohim, había descansado en el
seno de las aguas y es de esa copulación misteriosa que nace el fenómeno
de la vida: el Hyle, Latex virginal, elemento de la Pasividad Universal.
Los cielos, Shamain, sobre los cuales descansaba el Ruah Elohim, eran
compuestos de "Aleph Shin": Ignis, el Fuego, el Espíritu y de Aqua (Mem-Yod-Sameck):
Mis, las Aguas.
Los más
antiguos textos cuneiformes caldeos, certificaban la existencia de un
Principio Primordial: En-Lilla, el Señor de los Dioses o de los
AElohimes, y de un principio Secundario: Ea, que representa las
profundidades de las Aguas o el Agua Primordial.
Plutarco
(de Iside et Osiride, XX) escribe: La Luna posee una Luz generadora que
multiplica la humedad dulce y favorable a las generaciones de toda clase
(fluido caótico primordial) y las obras de la Luna se parecen a las que
son realizadas por la Elocuencia y la Sapiencia. Se había dado a Isis el
atributo de la Luna, y a Osiris el del Sol para probar su relación.
Puesto que la Luna toma su luz del Sol (como María tomaba su existencia
de Dios), se le llamaba también: Selene. Isis significaba también en
egipcio: antigua. Se le daba el nombre de Deméter, significando Madre de
Dios. No sólo tiene Isis al niño Horus en sus brazos o la Cruz en la
mano como la Virgen (el mismo signo zodiacal de VIRGO les es consagrado)
sino que también la Luna está debajo de sus pies y el mismo nimbo brilla
alrededor de su cabeza. Es también el IACCHUS Jehsú de los misterios de
Eleusis, más grande aún lanzándose de los brazos de Démeter, la Diosa
Pantea.
Siempre
fue un pensamiento teogónico admirable presentar a la adoración de los
hombres una Madre Celeste, cuyo niño constituye la Esperanza del Mundo:
Diana con el creciente.
-38-
El
filósofo Ocellus Lucanos (en "de Universa Natura Pars Physica", Cap. I,
Text. XII) describiendo la creación, enseñaba que el FUEGO (puro)
engendraba el AIRE por un movimiento continuo (aspiración del Spiritus
Sancti hacia el Padre, Luz Absoluta). El AIRE engendra el AGUA: el Udor,
en griego (María, las Aguas, los mares, la naturaleza naturante, encima
de los cuales dominaba el Ruah Elohim). En fin, el AGUA engendra la
TIERRA (natura naturada, creación cumplida).
En el
"Prometeo Encadenado" de Esquilo, cuando el Dios y Redentor se dirige al
principio del primer relato anapésico a los Dioses, rectores del mundo,
él invoca ante todo el Aither Divino: Dios Aither, que designa al Señor
Supremo de los mundos. Después llama a los soplos poderosos y rápidos: "takioupteroi
pnoai" (los rayos del espíritu divino); finalmente, llama a los
manantiales de los ríos: "potamonte pegai" (las Aguas Virginales,
primitivas y fecundas), dando así, Él, figura crística, en dos
versículos, toda la cosmogonía moisíaca, así como el Gran Misterio de
María.
Philipus
Aureolus Bombast Teophrastus Paracelsus ("de Pestiltate tract. I.
ξ
Cábala) dice que los tres principios, "sal, sulphur et mercurius",
constitutivos de los 2 elementos, solo tuvieron una Madre y esa Madre
fue el AGUA de la cual procedieron, pues, cuando el mundo fue creado, el
Spiritus Dei fue llevado (vehebatur) sobre las aguas. Gracias a la
palabra "Fiat", el Agua fue creada ante todo y es de ella que fueron
generadas todas las criaturas del Universo, animadas e inanimadas.
Sobre las
pilas del bautismo arcaicas se colocaba a menudo la inscripción del Pez
nadando en el Agua. Era el "ichtus soter": El Pez Salvador. De igual
modo como el Pez está en el agua en su elemento esencial y no puede ser
separado de ella, también el Cristo reside en el seno de su madre, de
ella misma, que es el agua y se complace siempre en ella. En las
esculturas antiguas, el pez, emblema de fecundidad y de generación
universal, siempre acompaña a la Luna (principio femenino) a la cual es
consagrado. Los astrólogos conocen bien el hecho de que la Luna es
exaltada cuando está en el signo de Piscis. El equinoccio de Verano
tiene lugar cuando el Sol termina su curso en el signo de Piscis y el
equinoccio de Otoño se verifica cuando ha terminado su recorrido en el
signo de Virgo.
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Se
comprende, inmediatamente también, el lazo que siempre une los elementos
en acción en el simbolismo. Hemos visto que, si el elemento "Tierra"
gobierna el primer Chakra, el elemento "Agua" gobierna el segundo, y por
otra parte, que Saturno y Júpiter gobiernan las dos glándulas
suprarrenales al mismo tiempo. Lo mismo que los equinoccios marcados por
el fin del curso solar en Piscis (signo de Agua) y en Virgo (Signo de la
Tierra), reúnen una vez más esos dos elementos; se comprenderá también
esa relación de los 3 signos del Zodíaco: Tauro - Virgo – Capricornio,
como una Triosofía Terrenal.
El
símbolo del signo de Tauro se inscribe en una gráfica que representa al
Sol coronado de la creciente lunar. Signo Zodiacal por excelencia de los
Caldeos, aplicado al Cristo, es en este signo que es colocada
ordinariamente cada año la pasión del Salvador (con este propósito los
cristianos, sin duda, tomaron el ejemplo del Wesak oriental que se
celebra en la Luna llena de Mayo). Jehsú dijo: "Yo soy el Alpha y el
Omega" (que es una traducción libre y que sería más bien: "AE - Hôah
Aleph v’eth Tav" en hebreo, puesto que Cristo nunca se expresaba en
griego!).
De todas
maneras, la letra "Alpha" significa: principio, doctrina, y era
representada generalmente por el toro, como podemos convencernos por el
estudio comparado de los alfabetos samaritanos, hasmoneos y palmiranos
(Cl. Didymi Taurinesis, de Promunt. Divini nominis, quat. Lit. pag XCIV
y XCIX y también por la inspección de los filateros y de los tefilinos
semíticos.
El es ese
"Toro de las comarcas occidentales escondido en la comarca ocultada
(Virgo) y del cual emanan todos los Dioses" como dice el papiro de Isi-Oer.
El Toro estaba presente en el pesebre de Bethleem (cuando se inscribe la
Noche Buena, al pasar el Sol delante del signo de Capricornio).
Está bien
esa reunión de los 3 elementos de los cuales hemos hablado arriba: los
signos zodiacales, Taurus, Virgo, Capricornius, en el mismo sentido
simbólico que es el pesebre, (el recinto sagrado, la "Thebah", la
reserva universal).
Este gran
triángulo en el Zodíaco es muy elocuente como símbolo del Verbo Divino,
con su punta hacia arriba que marca el nacimiento del Salvador en el
signo de Capricornio (elemento "Tierra") con el fin de materializar el
poder Espiritual que se encarna.
-40-
Los
astrónomos del siglo XVI afirmaban que el Sol, el cual era una
materialización del Verbo por María, en el momento de su creación había
brillado por primera vez en el signo de Taurus. Esa unidad de acción
entre Cristo y María, explica esas palabras de Porfirio: "El Toro
levanta la Luna".
Durante
la Conquista Romana, bajo el reinado de Tiberio, en la ciudad de Lutetia
(en el sitio de la Iglesia de Nuestra Señora de París) se erigió un
altar magistral del cual se pueden ver aún los restos en las Termas de
Junio. En uno de los fragmentos se encuentra el "Taurus trigaramus": el
Toro Místico de los Druidas y de los Caldeos, aquel mismo toro que se
arrodilla en el establo de Bethleem.
París
significa Bar-Isis o Navío de Isis. La palabra Bar tiene el mismo
sentido que "recinto", "receptáculo". Nicolás de Damasco llama "Baris" a
la montaña de Armenia donde situó el Arca de Noé.
Bar Isis
es la traducción en druídico sabio de la palabra común: Lutetia, que
tenía exactamente la misma significación. La raíz "Lo" o "Lu" designa en
lengua céltica: abrigo, escondrijo, disimulo, arco, navío. Lutetia es
pues, un sitio defendido por las aguas, es decir, protegido por María.
Es
interesante considerar la significación de París (o Bar-Isis, o Lutetia),
adquirir un valor, tanto en el sentido propio (se sabe que la capital
francesa se erigió al principio en una isla, en medio del río Sena),
como en el sentido filosófico (un Colegio de Iniciados se instaló en
aquel sitio magnético). Bar-Isis era pues un poco como la réplica
septentrional de la Tebas Egipcia (consagrada también a Isis), cuyo
nombre se originaba en la "Thebah" o arca hebraica (centro de las
reservas esotéricas) tan apropiadamente simbolizada por la construcción
de Noe. Lejos de ser, pues, meramente un navío construido por los
hombres, se trata del Navío de la Sapiencia. Esa misma palabra (Thebah)
formó el término "sabino" o mejor dicho aún "etrusco", puesto que "Teba"
designa un recinto en la cumbre de una montaña (un lugar simbólico, un
sitio secreto, un templo o una choza (o logia) en las alturas
espirituales, en las cimas de la Verdad, representadas a menudo por una
colina, un pico, un monte, un sitio difícilmente accesible).
París (el
Navío de Isis) casi parece ocultar en una Arca los Arcanos de la
Sapiencia "que flota pero no se hunde" (como se puede leer aún en todos
los escudos de la ciudad de París). Ese "Fluctuat nec Mergitur" inscrito
en una banderola coronada por un navío con 7 pilotos y que es el emblema
de la capital francesa, es pues, muy interesante para una ciudad rodeada
de agua
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(el río
Sena) pero que fue también y sobre todo, una "cuna" para la doctrina
Sagrada conservada después en aquel "navío" esotérico, cuyo símbolo está
aún por todas partes donde el escudo de París es presentado.
No es
necesario insistir sobre el sentido simbólico de los 7 pilotos de esa
Thebah Parisina.
Por otra
parte, hemos explicado ya el término "Lutetia", con sus relaciones con
el "Lameth" misterioso, aquella letra "L" que se encuentra en Lhasa, la
capital del Tíbet, y en otras palabras como Latium, Luletia, Lucototia y
en el término hebraico Lukotaim (navíos) así como en el vocablo bíblico
"Lemarbé" -que origina tantas discusiones teológicas.
En fin,
todas las relaciones entre París, Bar-Isis, Lutecia, Arca, Navío, etc.
nos hacen meditar mucho y, antes de concluir rápidamente estas nociones
esotéricas aún es necesario estudiar las analogías para alcanzar
conclusiones filosóficas de interés grandísimo.